Por Manuel de León. ICMAT-CSIC y Real Academia de Ciencias

Nos encontramos en una difícil situación en la enseñanza en España: no tenemos suficientes profesores de matemáticas. Vamos a analizar brevemente la situación y proponer algunas alternativas.

Una de las causas más relevantes en la escasez de candidatos a profesor de enseñanza secundaria en el ámbito de las matemáticas es sin duda el propio éxito de la disciplina. La necesidad de contar con matemáticos en el mundo de la empresa para atender a la ingente cantidad de datos que nos inundan, y que hace necesario el conocimiento algorítmico, ha conducido a que este sea el destino preferido de los egresados. Salarios altos y condiciones de estabilidad en los empleos son dos argumentos contundentes.

Hasta ahora, el profesorado de secundaria se nutría de los licenciados en matemáticas (ahora graduados con el máster necesario para impartir docencia). Hablando con total sinceridad, aquellos más dotados para las matemáticas, capaces de desarrollar una futura investigación matemática, eran retenidos por la propia universidad, mientras que los que no exhibían (o, en algunos casos por decisión propia) pasaban a ingresar las filas de los enseñantes. Esto en absoluto quiere decir que no hubiesen sido excelentes alumnos, sino que el porcentaje de los que podía asumir la universidad era muy reducido.

Pero ha llegado el Big Data (o mejor, la Ciencia de Datos) y el panorama ha cambiado radicalmente. No es nuevo que egresados en matemáticas hayan pasado a dedicarse al mundo de la empresa, por ejemplo, en el campo de la economía, incluso tras una formación doctoral. Pero estamos hablando ahora de porcentajes altísimos.

¿Qué hacer? Recuerdo que hace un par de años, cuando comenzamos el trabajo en el seno del CEMAT sobre el nuevo currículo de matemáticas en la LOMLOE, la ministra Isabel Celaá nos pidió ayuda en este sentido: cómo retener a egresados matemáticos y evitar la sangría que ya estábamos presenciando.

No creo que el problema sean los salarios, aunque existen diferencias entre CCAA que llegan a los 500 euros mensuales (véase este informe de la UGT). Tampoco las diferencias con los colegas de otros países europeos son tan extremas. En efecto, según el Informe Eurydice de la Unión Europea, los profesores de Secundaria en España se encuentran en el número 9 de los países mejor pagados en Europa. En el aspecto negativo, un docente tarda en nuestro país 39 años en llegar al máximo del salario que puede percibir, mientras que en otros se llega en 12 o 15 años. Quizás algunos cambios (copiando y adaptando los sistemas de otros países europeos) en estas promociones para alcanzar antes los salarios más altos harían más atractivos estos puestos docentes.

Hace años, una de las motivaciones que impulsaba a muchos a la docencia era la vocación. No se ha perdido, pero sí se ha matizado, y los nuevos profesores exigen además unas condiciones de trabajo dignas. Y en este aspecto, las circunstancias sociales de un centro educativo han cambiado mucho a lo largo del tiempo, haciendo más estresante la labor docente, que debe plegarse a exigencias de los padres, al uso político y partidista de la educación o a los cambios que supone la tiranía de las redes sociales. Cambios en estos temas: más compromiso político con la educación sin injerencias ideológicas, más concienciación de las familias sobre la importancia de la enseñanza para el futuro de sus hijos tendría consecuencias en una mayor apreciación de la profesión, proporcional al de la sociedad por esos profesionales.

Y la tercera medida, que debería estar ya en marcha, es el aumento del número de estudiantes de matemáticas. Muy pocas universidades lo han hecho, en algún caso, según mi información, para no doblar cursos y aumentar la carga docente. Si es así, habrá que aumentar el profesorado en nuestras facultades, y esa es tarea de las mismas y de las CCAA de las que dependen. También se están abriendo nuevos grados en alguna universidad privada.

Y todas serán muy necesarias, ya que también en la universidad se empieza a acusar una carencia, por una parte, de jóvenes candidatos a profesor (por motivos similares) y, por otra, de profesores con una cierta experiencia (consecuencia de las estrictas restricciones en la tasa de reposición hace unos años que llevó a emigrar o dedicarse a la empresa a los jóvenes doctores) que reemplace las jubilaciones de titulares y catedráticos masivas que se van a producir en los próximos años.

Estas medidas tienen consecuencias en cuatro años. ¿Qué se puede hacer provisionalmente? Garantizar que los profesores de otras especialidades que están impartiendo docencia en matemáticas lo hagan al menos con garantías. Un curso rápido de actualización matemática serviría para mejorar sus conocimientos en la disciplina. Pero no tenemos mucho tiempo, hay que actuar ya.