Por Raquel Mallavibarrena (Presidenta de la Comisión de Educación de la RSME)

La publicación de los resultados de las evaluaciones internacionales tipo PISA suele traer consigo unos días de debate y polémica muy mediatizados por cuestiones políticas e ideológicas. Cuando los ánimos se calman es importante leer el informe de resultados tanto cuantitativos como cualitativos y tratar de extraer conclusiones que vayan encaminadas a la mejora del sistema educativo. El lunes 3 de febrero participó en unas jornadas en Madrid el director del Informe PISA, Andreas Schleicher; respecto a las matemáticas dijo lo siguiente según la crónica de Elisa Silió que apareció en el diario El País el 5 de febrero:

«A Schleicher le pasma el hecho de que en España se enseñen las mismas matemáticas que aprendió en su infancia. Un “enunciado complicado para una única y rápida solución”. Por eso recomienda tomar como referente los países asiáticos –a la cabeza en cálculo- donde se enseñan los números de una “manera conceptual y profunda”, que permite distintas soluciones y obliga a reflexionar un tiempo antes de responder.

Además, Schleicher recomienda fomentar la autoestima de los alumnos. “En España un alumno dice que no le gustan las Matemáticas, que se le dan mal, que es un talento que se hereda o que lo explica mal el profesor”, comenta. “Mientras que un japonés siempre te diría que con su esfuerzo y la ayuda del profesor va a ser capaz de resolver los problemas”, razona.»

En la Comisión de Educación de la RSME llevamos ya un tiempo debatiendo y tomando iniciativas que encajan perfectamente con las ideas que transmite el director del Informe PISA, basadas en los resultados del último informe elaborado.

Sin dejar de constatar que son muchos los profesores de las distintas autonomías y en todas las etapas educativas, que trabajan en el día a día del aula con las pretensiones que se expresan en los dos párrafos citados, la realidad es que la enseñanza de las matemáticas en España sigue estando muy centrada en los algoritmos y en una serie de rutinas que permiten al estudiante resolver problemas de tal tipo o tal otro. Se forman así alumnos dependientes de esos procedimientos porque les falta esa comprensión conceptual y profunda de la que habla Schleicher y ello dificulta que relacionen lo que han aprendido con otros problemas que pertenecen a otros ámbitos pero que pueden resolverse abstrayendo el concepto y aplicándolo al problema propuesto. También en El País, en el suplemento económico y laboral del domingo 3 de febrero, Fernández – Villaverde y Garicano insistían en que “La clave, más que nunca, es la educación en habilidades abstractas, analíticas y creativas. Google lo encuentra todo pero hay que saber qué preguntarle…” (¿Qué tareas son rutinarias? Jesús Fernández-Villaverde y Luis Garicano, El País, 2 de febrero de 2014).

Coincidimos también con Schleicher en la cuestión de la autoestima y en la necesidad de sacar a las matemáticas de un espacio solamente apto para personas muy brillantes, trabajadoras y raras. Entender en profundidad un concepto básico no es sinónimo de tener un talento excepcional.

Hay que exigir a las administraciones educativas que impulsen estos planteamientos pero es también tarea de cada profesor de matemáticas la estructuración de su docencia según esas claves “abstractas, analíticas y creativas”. Los estudiantes tienen también parte activa en el proceso de enseñanza – aprendizaje pues es imposible salir de las rutinas si el alumno no quiere hacerlo.

Es mucho lo que hay que revisar y repensar, propongo de momento solamente las reválidas que pretende poner en marcha la nueva ley de Educación (LOMCE): el diseño de las pruebas ¿se ajustará a estas premisas de creatividad? y si no fuera así, ¿qué efectos negativos puede tener la reválida en el curso académico anterior a la misma dado que dicho curso se convertirá probablemente en algo preparatorio del examen, como ya ocurre actualmente con el segundo curso de Bachillerato respecto a la Prueba de Acceso a la Universidad?