El pasado mes de diciembre falleció de forma inesperada Miguel Torres, catedrático del Departamento de Matemáticas de la Universidad de Zaragoza. La Real Sociedad Matemática Española desea transmitir a sus familiares, compañeros y amigos sus condolencias más sinceras por esta irreparable pérdida.
Su compañero Javier Otal redactó una sentida nota para un periódico local, que reproducimos a continuación:
“El pasado 14 de diciembre nos dejó Miguel, Catedrático de Álgebra de la Universidad de Zaragoza. Su delicado estado de salud tras el pasado verano no parecía razón suficiente para un desenlace tan rápido e inesperado, pero bien se ve que la muerte no atiende a razones. Miguel había nacido en Barcelona en 1944, pero terminó los estudios previos a los universitarios en el colegio Escolapios y en el Instituto Goya de Zaragoza. Cursó la Licenciatura de Matemáticas a caballo entre la vieja Facultad de Ciencias y Medicina y la actual Facultad de Ciencias, que le tocó inaugurar. Como posgraduado, completó su formación, pionera en su tiempo, en la Universidad de Oxford. A su vuelta, Miguel trabajó intensivamente en tareas de docencia e investigación que permitieron desarrollar el entonces Departamento de Álgebra de la Universidad de Zaragoza, ahora integrado en el Departamento de Matemáticas, y exportar estas ideas a otras universidades de nuestro entorno. En 1975, ganó por oposición una plaza de Profesor Agregado de Álgebra y Topología de la Universidad de Santander, donde tuvo un papel muy sólido para la puesta en marcha de la Licenciatura de Matemáticas. En 1980 regresó a Zaragoza como Catedrático de Algebra y desde entonces impartió ininterrumpidamente su magisterio. Al cumplir los 60 años, como homenaje y agradecimiento, se le dedicó un Congreso de investigación al que asistimos los especialistas nacionales (y alguno internacional) que compartíamos con él temas de estudio, la mayoría de los cuales somos deudores de su legado de una forma más o menos directa. Hace unos pocos años se acogió a una prejubilación a la que tenía derecho por su larga dedicación profesional, pero siguió ligado a la Universidad hasta su jubilación definitiva el año pasado.
Persona extraordinariamente afable, sumamente discreta y muy correcta, Miguel siempre ha sido un ejemplo de laboriosidad y profesionalidad, un espejo en el que nos hemos mirado todos, un trabajador incansable entregado a sus estudiantes, siempre dispuesto a ayudarles en su período formativo, al igual que a todos los colegas y amigos que hemos tenido el impagable honor de convivir con él. Por encima de esto sólo estaba su familia, a la que profesaba una sentida devoción, y los amigos, a los que nos ha dado tanto que tendríamos que tener al menos siete vidas para corresponderle. Por debajo, su sufrida afición futbolística como buen perico y sobre todo su pasión por la pesca, de la que decía era un discreto practicante. Pero ha conocido bien las truchas de nuestros ríos, sobre todo el Ara, y podría haber escrito una enciclopedia sobre la pesca del salmón, a la que se acercó cuando residió en Santander.
Ahora Miguel te has ido y nos has dejado un vacío imposible de rellenar. Ahí donde estés, descansa en paz compañero y amigo, que bien ganado lo tienes. No te olvidaremos nunca.”