El pasado sábado día 15 supimos que Maryam Mirzakhani había sido vencida a los 40 años por el cáncer que padecía. Ese mismo día, Firouz Naderi, científico espacial iraní y uno de sus amigos más cercanos, escribió en Instagram: “Una luz se ha apagado hoy. Rompe mi corazón… Se ha ido lejos demasiado pronto. ¿Era un genio? Sí, pero también una hija, una madre y una esposa”. Sus palabras son hoy nuestras palabras. Su luz se ha ido, pero sabemos que nunca se apagará.

Muchos de nosotros oímos hablar de Maryam Mirzakhani por primera vez en agosto de 2014 cuando saltó a la fama por convertirse en la primera mujer, y la única hasta ahora, que conseguía una Medalla Fields. Unos meses antes, unos colegas parisinos apostaban porque sería una francesa la primera mujer que lo conseguiría. Sin embargo, una mujer finalmente la ganó en esa ocasión, una mujer iraní afincada en Estados Unidos, Maryam Mirzakhani.

Su nombre se nos aparece asociado a enormes hojas de papel en las que dibujaba superficies con asas y las rodeaba de fórmulas y más fórmulas. No muy lejos de ella, su hija Anahita, siempre a su lado en esta aventura final, describía esos papeles como las pinturas de mamá. Las fórmulas las envolvían a ellas, y a todos nosotros, y nos transportaban a un nuevo mundo con sus propias reglas, el de los problemas de clasificación en superficies de Riemann, en geometría hiperbólica y el estudio de los billares hiperbólicos. Un mundo fascinante que ella protagonizaba y desarrollaba. Maryam se especializó en problemas de geometría sobre superficies y espacios de moduli, pensando en las superficies como un modelo de juguete para entender dimensiones superiores, interesándose también por problemas de sistemas dinámicos en esas superficies.

Los trabajos de Maryam Mirzakhani trazan conexiones profundas entre la topología, la geometría y los sistemas dinámicos. También encontró fascinantes relaciones con ciertos problemas de la física teórica. Sus primeros trabajos se centran en el estudio de geodésicas cerradas en una superficie hiperbólica. Mirzakhani demostró que el crecimiento de geodésicas de longitud L es de orden L^(6g-6), siendo g el género de la superficie, y estudió su límite cuando L tiende a infinito. Este estudio considera la variación de la estructura geométrica de la superfície y analiza lo que ocurre en el espacio de moduli. Una consecuencia inesperada de este resultado es la demostración de una conjetura de Edward Witten, medalla Fields y experto en teoría de cuerdas. Un trabajo reciente de Mirzakhani con Eskin retoma los resultados de rigidez de Maria Ratner, también recientemente fallecida, para espacios homogéneos en el contexto no homogéneo de los espacios de moduli.

Maryam era el sueño americano hecho realidad: nacida en 1977, desde pequeña había sido una apasionada lectora de libros y deseaba con ilusión ser escritora. Su hermano mayor le explicaba temas matemáticos que él aprendía y eso le hizo ver cuán atractivas e interesantes le resultaban y llegar a confiar en que ella podía resolver esos problemas. Maryam estudió con su amiga Roya Beheshti, ahora profesora titular en Washington, y juntas estas dos mujeres consiguieron representar a Irán en las olimpiadas matemáticas. Ganó dos veces sucesivas, en 1994 y 1995, la Olimpiada Internacional de Matemáticas. Estudió en Teherán, en la Universidad Sharif, y marchó después a Estados Unidos a hacer el doctorado en Harvard bajo la supervisión de otro medalla Fields, Curtis McMullen, defendiendo una tesis titulada Simple Geodesics on Hyperbolic Surfaces and Volume of the Moduli Space of Curves en 2004. Curtis McMullen define a Maryam Mirzakhani como extremadamente imaginativa y original. Según sus colegas más cercanos, cuando atacaba un problema lo hacía sin miedo, con ambición y determinación. Y eran problemas que muchos otros no se atrevían a tratar. Nunca elegía el camino más fácil.

Después de su tesis, se trasladó a Princeton como profesora asistente, y definitivamente a Stanford, donde fue catedrática. En 2017 nos dió una nueva lección a todos entrando en la Academia de las Artes y las Ciencias, a la que solo pertenecen once profesores de Stanford, una universidad con más de dos mil profesores. El 7 de octubre de 2017 estaba prevista la ceremonia de recepción.

Maryam aparecía sencilla frente a los medios. Decía en ocasiones que “la belleza de las matemáticas solo se muestra a los seguidores más pacientes”, animándonos a perseverar en el estudio de las matemáticas, sobre todo a los jóvenes. Aceptaba reconocimientos solo con la idea de que eso motivara a otras personas a seguir su camino de trabajo y dedicación a ese estudio, tal como reconoce el presidente de Stanford.

Maryam Mirzakhani está revolucionando su país de origen incluso después de su muerte, como ya lo hizo al preparar las olimpiadas matemáticas junto con su amiga Roya: para dar la noticia de su fallecimiento y de su fama, se ha permitido que los periódicos oficiales rompan el tabú de solo presentar a la mujer con hijab y se ha presentado una propuesta de ley para reconocer a los hijos que las mujeres iraníes tengan con extranjeros.

Acabamos este obituario con otra cita de un poeta persa también matemático, Omar Khayyam, pensando en la frase de Firouz Naderi:

Lámparas que se apagan, esperanzas que se encienden: la aurora.

Lámparas que se encienden, esperanzas que se apagan: la noche.

Descansa en paz Maryam Mirzakhani y sigue iluminándonos con esa lámpara que nunca se apagará. Has enseñado a volar alto y a soñar fuerte a todas las mujeres matemáticas del planeta, independientemente de su origen. Te has convertido en un símbolo para todas las personas, hombres y mujeres. Tomaremos tu antorcha y seguiremos el relevo.

Eva Miranda Galcerán y Miguel Muñoz Lecanda
(Universitat Politècnica de Catalunya)