Todo el mundo se alegró cuando Maryam Mirzakhani fue la primera mujer matemática en ganar la Medalla Fields. De momento es la única y parece que pocas personas son las sorprendidas de que esto sea así. Lo mismo ocurre con el premio Abel. ¿Para cuándo una mujer que gane el Premio Abel? ¿A nadie le escandaliza que no tengamos ninguna mujer candidata para este premio?

En una escala diferente, si una mujer escribe un artículo con colaboradores masculinos, se observa, en más de una ocasión, que cuando se habla de ese artículo se atribuye el logro a los colaboradores masculinos. Otra situación similar se da cuando, después de una charla de una mujer en un congreso, se dirigen las preguntas a colaboradores masculinos.

No es algo nuevo. Se trata del efecto Matilda. Veamos cómo define Wikipedia este efecto: “El efecto Matilda es un prejuicio en contra de reconocer los logros de las mujeres científicas, cuyo trabajo a menudo se atribuye a sus colegas masculinos. Este fenómeno fue descrito por primera vez por la sufragista y abolicionista Matilda Joslyn Gage en su ensayo La mujer como inventora. La versión francesa de Wikipedia habla de negación y minimización sistemática de logros de mujeres en ciencia.

Se recomienda la lectura del artículo “L'effet Matilda ou le fait de zapper les découvertes des femmes scientifiques” publicado el 25 de marzo de 2018 en el diario l’Obs (antes conocido como Nouvel Observateur), donde se retrata un caso concreto del efecto Matilda. El descubrimiento de la trisomía del cromosoma 21, responsable del síndrome de Down, se debe a Marthe Gautier, que fue eclipsada durante más de medio siglo. Curiosamente, no fue hasta julio de 2014 que el comité de ética del Institut national de la santé et de la recherche médicale (Inserm) emitió una nota recordando el papel decisivo de Marthe Gautier en el estudio de la trisomía del 21. En el artículo también se explican los casos de Frieda Robscheit-Robbins, Lise Meitner y Jocelyn Bell-Burnell.