Ana Justel./ Sergi González

El artículo de esta semana está dedicado a Ana Justel Eusebio, recientemente galardonada por Talent Woman con el premio Margarita Salas en la categoría de Mejor Trayectoria Científica.

Ana Justel es profesora titular de la Universidad Autónoma de Madrid. Se licenció en Matemáticas en la Universidad Complutense de Madrid y obtuvo el Doctorado en Economía por la Universidad Carlos III de Madrid. En la actualidad, entre otras actividades dirige el proyecto MICROAIRPOLAR de investigación multidisciplinar en la Antártida, financiado por la Agencia Estatal de Investigación. Hemos querido aprovechar esta ocasión para conocer un poco más sobre su trabajo y su opinión sobre iniciativas de género.

Pregunta: ¿Cómo comenzó tu involucración con el proyecto de la Antártida y desde cuándo trabajas en él?

Respuesta: Empecé a trabajar en la Antártida hace más de 15 años. Después de seis campañas en el campamento Byers de la Antártida, dedicadas al aprendizaje y conocimiento del medio, he llegado a codirigir un equipo multidisciplinar durante dos campañas más. Estamos desarrollando un proyecto que requiere mucho trabajo de campo y laboratorio, nuevos métodos estadísticos, modelos meteorológicos, ingeniería y mucha computación para estudiar la dispersión de los microorganismos en las regiones polares, que son tan importantes en el escenario actual de cambio climático. Aunque entré en el proyecto para dar soporte en el análisis de los datos, en seguida me impliqué en todos los aspectos de la investigación y ahora participo tanto en el diseño de los experimentos, como en la recogida de los datos en el campo, e incluso en el diseño de nuevos instrumentos para poder tener datos. Con este proyecto me he convertido en una investigadora verdaderamente multidisciplinar.

P: ¿De qué modo usáis tus conocimientos matemáticos en el desarrollo del proyecto?

R: En la Antártida, no solo he tenido la oportunidad de vivir experiencias increíbles que nunca imaginé que iban a ocurrirme. Allí también me he encontrado con problemas, pero no de los malos… los que he encontrado han sido en los datos. Es un entorno complejo para observar y medir, donde las condiciones meteorológicas nos dominan y no nos permiten tener datos en cualquier momento del año y otros se “estropean” por el mal tiempo. La realidad es que los datos son pocos y a veces no muy buenos. En el mundo del big data, la Antártida podemos decir que sigue en el siglo pasado. Seguimos teniendo problemas de small data, donde el desarrollo de nuevos métodos estadísticos ad hoc sigue siendo necesario. Lo divertido es cuando lo combinamos con nuevos métodos de aprendizaje automático y hacemos big data para problemas de small data. Creo que habernos juntado un grupo de científicos procedentes de campos tan distintos nos está enriqueciendo y estimulado mucho la creatividad a todos.

P: ¿Tienes planes para otros proyectos similares en el futuro?

R: Si, seguiremos con el proyecto, esto no ha hecho más que empezar. El funcionamiento de los ecosistemas microbianos de las regiones polares todavía es bastante desconocido. Estamos diseñando nuevos instrumentos de captura de microorganismos para saber qué formas de vida se mueven en el interior del continente antártico. Si conseguimos capturarlas, no vamos a poder conocerlas si al tiempo no avanzamos en el desarrollo de nuevas tecnologías para explorar la información que contienen los datos procedentes de la secuenciación de ADN, que cada vez se hace con más profundidad. También tenemos en marcha el desarrollo de métodos de computación eficientes para llevar a cabo una simulación masiva para comprender el transporte aéreo de los microorganismos que, con el cambio climático, pueden alterar los ecosistemas antárticos terrestres más resistentes a las condiciones extremas. Así que tenemos que seguir trabajando en todos los frentes que tenemos abiertos en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.

P: ¿De qué manera crees que pueden impactar iniciativas como la del premio que te han concedido en la trayectoria de las científicas?

R: Creo que premiar a científicas por dedicar su vida a un trabajo que han realizado con pasión, entrega y, a veces, algún que otro sufrimiento, debería ser algo normal. Estamos acostumbrados a ver cómo se valora mucho socialmente a artistas y deportistas, por qué no a la gente de la ciencia.

P: ¿Por qué crees que hay menos mujeres que hombres que comienzan una carrera investigadora?

R: Sinceramente, no lo sé, a mí me cuesta entenderlo. Creo que he recibido una educación muy poco sexista y cuando era joven pensaba que así era el mundo, así que fui emprendiendo los proyectos que me ilusionaban sin pararme a pensar si ese era o no mi lugar por ser mujer. Pero ahora, cuando miro a mi alrededor y hacia como se ha desarrollado mi carrera profesional, me doy cuenta de que la mayoría de los colegas con los que he trabajado son y han sido hombres. No es que perciba este hecho como un problema, pero me parece bastante extraño.

P: ¿Se te ocurre alguna medida o iniciativa que podamos impulsar para intentar mejorar las cifras anteriores?

R: En estos momentos hay muchas iniciativas estupendas trabajando para fomentar la vocación científica entre las niñas. Personalmente procuro implicarme en todas en las que el tiempo me da, sobre todo me gustan las que te permiten trabajar muy de cerca con las más jóvenes, como el mentoring o las charlas en los colegios. Os aseguro que todas somos un referente con solo contar la vida que nos ha llevado a desarrollar nuestra profesión.

P: ¿Qué consejo le darías a las jóvenes que tienen interés por la ciencia, o por iniciar una carrera investigadora?

R: Que hay muchísimo por descubrir y que inventar, y que las necesitamos a todas. No nos podemos permitir desperdiciar un solo talento y, mucho menos, el de una sola persona que tenga inquietud, curiosidad y ganas de investigar en algo que le apasione. Que la persona sea hombre o mujer, no cambia nada, porque no hay sitios para chicas o para chicos. Están aprendiendo juntos en la escuela y juntos van a seguir creando y construyendo su futuro.