Por Manuel de León (Instituto de Ciencias Matemáticas CSIC, Real Academia de Ciencias).

Nos ha llegado la triste noticia del fallecimiento este pasado 28 de abril de un auténtico gigante de la ciencia, uno de los últimos polímatas, capaz de logros extraordinarios en las matemáticas, la física, la biología y hasta las ciencias económicas y medioambientales: Robert McCredie May, Baron de Oxford.

Robert May./ Royal Society

May nació en la ciudad australiana de Sydney, el 8 de enero de 1938, y asistió a una escuela local. Su infancia fue solitaria, dedicada a resolver rompecabezas y juegos, aunque llegó a ser un auténtico campeón en los típicos debates de las escuelas británicas. Sus estudios universitarios de ingeniería química los hizo en la Sydney University, donde además estudió matemáticas y física teórica, disciplina esta última en la que realizó su tesis doctoral en 1959, sobre superconductividad. Su formación multidisciplinar fue sin duda clave para su investigación posterior.

Al terminar su tesis, May consiguió un contrato posdoctoral en la Harvard University en matemática aplicada. A finales de 1961, regresó a Sydney, donde desarrolló su carrera investigadora en el Departamento de Física hasta 1973. Es entonces cuando comienza a interesarse por la dinámica de poblaciones, especialmente durante una estancia de año y medio en el Reino Unido y en Princeton. En 1973 se traslada a esta última universidad como catedrático en el Departamento de Biología y, en 1988, a la University of Oxford, como profesor de la Royal Society, institución de la que fue presidente desde 2000 a 2005.

Su nombre quedará siempre asociado a la teoría del caos, por sus trabajos sobre dinámica de poblaciones. En 1963, Edward Lorenz descubrió los fenómenos caóticos debidos a la dependencia de los pequeños cambios en las condiciones iniciales en su famoso artículo “Deterministic Nonperiodic Flow”; posteriormente, Lorenz, en la reunión anual de 1972 de la American Association for the Advancement of Science (AAAS), en el MIT, presentó una ponencia con el título: “Predictability; Does the Flap of a Butterfly’s wings in Brazil Set Off a Tornado in Texas?”, de donde nació el término de efecto mariposa. Robert May consiguió un descubrimiento de la misma talla, al estudiar la función logística F(x) = r x (1-x). El sistema dinámico resultante poseía un comportamiento extremadamente complejo según los valores del parámetro r. May buscaba un modelo demográfico sencillo que explicase la dinámica de una población cuyo crecimiento debe tener en cuenta, además, la cantidad máxima posible de población, corrigiendo así el crecimiento exponencial. Este modelo fue más tarde explotado por Mitchell Feigenbaum.

En su artículo “Simple mathematical models with very complicated dynamics”, publicado en Nature en 1976, May escribió: “Las ecuaciones no lineales más simples pueden poseer un comportamiento dinámico extraordinariamente rico, desde puntos estables, mediante cascadas de ciclos estables, a un régimen en el que el comportamiento (aunque totalmente determinista) es en muchos aspectos «caótico », o indistinguible de un proceso aleatorio”.

Este comportamiento se refleja en esta famosa gráfica que incluimos a continuación, donde se ven las múltiples bifurcaciones al ir variando r hasta llegar a un comportamiento caótico.

Sus conocimientos de matemáticas le permitieron obtener nuevos resultados sobre las distribuciones de virus y bacterias, en inmunología para enfermedades transmitidas por parásitos, en avances contra el SIDA, pero también sobre la biodiversidad en regiones tropicales. En este último campo, la combinación de matemáticas, biología y computación le permitió obtener avances sobre cómo prevenir un colapso de la biodiversidad. También aplicó sus conocimientos al análisis de la crisis económica de 2008.

Siempre defendió el valor de las matemáticas; decía: “Las matemáticas no son en última instancia ni más ni menos que pensar muy claramente sobre algo. Me gustan los rompecabezas, así que soy un matemático. No soy matemático puro porque no me gustan los problemas abstractos, formales. Me gustan los trucos y dispositivos. Soy esencialmente un matemático, pero en el sentido de que me gusta pensar en cosas complicadas, preguntarme qué simplicidades hay ocultas en ellas y expresarlas en términos matemáticos y ver a dónde me llevan de modo que pueda siempre comprobar los resultados.”

Fruto de su trabajo, Robert May recibió en vida innumerables honores. Fue también miembro desde 2001 a 2017 de la Cámara de los Lores. A la vez fue un gran comunicador de la ciencia, convencido de que ésta debía ocupar un lugar privilegiado entre los ciudadanos.

En tiempos de combate contra la pandemia de la Covid-19, queremos rendirle un homenaje a él, que tanto trabajó para desentrañar las incógnitas de la vida.