En recientes boletines hemos reflexionado sobre temas que afectan a las mujeres en el mundo laboral y, en particular, en el mundo matemático, tales como el síndrome del impostor y la amenaza del estereotipo. Sin embargo, estos son solo parte de la punta del iceberg de situaciones que tienen que afrontar y que pueden llevar a problemas de salud mental tales como estrés, ansiedad y depresión, costándoles cuando menos una carrera laboral deseada.

La salud mental ha sido siempre un tema tabú. Sin embargo, y afortunadamente, actualmente está recibiendo más atención, especialmente en el mundo académico. Estudios recientes han puesto a la luz tasas alarmantes de problemas de salud mental entre estudiantes de doctorado y, en general, en la academia. Se ha puesto de manifiesto que los estudiantes de doctorado son seis veces más propensos a padecer depresión y ansiedad en comparación al resto de la población (41 % frente al 6 % de ansiedad y 39 % frente al 6 % de depresión). Otro estudio, realizado en Bélgica, evaluó la prevalencia de problemas de salud mental entre estudiantes de doctorado en comparación con otros grupos altamente educados y encontró que la mitad de los doctorandos sufre problemas psicológicos, que un tercio está en riesgo de desarrollar un trastorno psiquiátrico y que estos porcentajes son mucho más altos que en el resto de la población. Además, de gran importancia es la calidad del entorno laboral y universitario, que predice significativamente la salud mental de los estudiantes.

Desgraciadamente, son también las mujeres y otras minorías las mayores afectadas por dichos problemas. La prevalencia de ansiedad y depresión son de un 43 % y 41 % en las mujeres frente al 34 % y 35 % en los hombres, respectivamente. Especialmente preocupante son los porcentajes que afectan a personas transgénero o con inconformidad de género, que alcanzan el 55 % de prevalencia de ansiedad y el 57 % de depresión. Algunas preguntas que esto nos sugiere son por qué pasa, qué conllevan estos resultados y cómo se podría poner frente a estos problemas.

Respecto al por qué, el mismo artículo apunta a una falta de equilibrio en la vida personal y laboral, además de una falta de apoyo y dirección por parte la autoridad académica. Otro estudio reciente, en el que se abordaron factores que afectan a la salud mental de mujeres a nivel posdoctoral, recalca la incertidumbre laboral, los desafíos de género (tales como el sexismo y el permiso de maternidad) y, de nuevo, la falta de equilibrio entre el trabajo y la vida familiar como temas que impactan negativamente la salud mental de las entrevistadas.

Con respecto al que conllevan, sin duda uno de los efectos es el de leaky pipeline, que hace referencia a la pérdida de mujeres en carreras CTIM (acrónimo de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas) antes de llegar a puestos de alto rango y que, además, es particularmente visible en la etapa posdoctoral. Aunque no se sabe exactamente qué barreras de género contribuyen más al efecto de leaky pipeline, no faltan los candidatos: el techo de cristal, el síndrome del impostor, la desigualdad salarial, el permiso de maternidad, la conciliación familiar, etc. Barreras que pasan factura en la salud mental de las mujeres a lo largo de su trayectoria y que, acumuladas, pueden disuadirlas de perseguir una carrera académica.

Pero hay (malas y) buenas noticias: ese mismo estudio muestra que sentirse identificada y conectada con el campo de estudio mejora significativamente la salud mental. Es por eso que debemos luchar contra los estereotipos que desalientan y desconectan a mujeres y otras minorías de los campos CTIM, tales como que las matemáticas necesitan de un don innato poco común en ellas o que una vida académica es incompatible con otras aspiraciones personales como tener una familia. Además, de vital importancia es proveer de apoyo y orientación a lo largo de la carrera, para mejorar la confianza y el equilibrio entre el trabajo y la vida personal tan importante para una buena salud mental.