En anteriores boletines nos hacíamos eco del trabajo realizado desde el Comité Español de Matemáticas (CEMat), a través de la “Acción Matemática contra el Coronavirus”, sobre la que señalábamos el escaso número de investigadoras involucradas, según la información presentada a través de la página web. Aún sin datos concluyentes, recordábamos lo que a estas alturas debería ser obvio y que podría (¿parcialmente?) explicar por qué esta ausencia de investigadoras: son las mujeres las que asumen mayoritariamente los cuidados y las responsabilidades familiares, un hecho que se ha constatado durante el período de confinamiento que hemos abandonado recientemente. La imagen de mujeres teletrabajando, especialmente con menores a cargo, ha resultado una fuente inagotable de anécdotas, y si no fuera por lo cómico que puede resultar un niño interrumpiendo una reunión para resolver una duda de las tareas del cole (cómico para los asistentes, no para la madre), o la paralelización de tareas que se antojan imposibles (plancha + construir una casita de Lego + asistir a un consejo de departamento), las escenas revelarían hasta un cierto dramatismo, con las protagonistas intentando exhaustamente llegar a los mínimos (no quemar la ropa + unir tres piezas + escuchar el 10 % de las intervenciones y evitar que el micro quede abierto… de participar, mejor no hablamos…).

Alessandra Milleno./ Nature

En tono de humor, la demógrafa Alessandra Milleno publicó durante la pandemia un artículo en Nature donde comentaba cómo era su “teletrabajo” con menores a cargo (y confinados) y señalaba que, en este período, ella no tendría tiempo de preparar artículos para su publicación. Apostaríamos a que muchas investigadoras se sintieron identificadas. El artículo de Milleno no deja de ser una columna que invita a la reflexión y que apunta al problema de la desigualdad de género en ciencia, que se ve magnificado con la crisis sanitaria. Al igual que ella, otras voces se han hecho eco de esta situación o han comentado la suya propia a través de distintos medios de comunicación en el ámbito nacional y, por supuesto, a través de las redes sociales, un hecho que puede ser a la vez reconfortante (porque a algunas investigadoras nos permite ver que nuestras circunstancias personales lo son también de un colectivo) y preocupante: las mujeres han reducido su actividad investigadora durante la pandemia.

Aunque es pronto para realizar un análisis sobre el impacto que ha tenido la pandemia (en concreto, las medidas de confinamiento y distanciamiento social que se han tomado en la mayoría de los países, y que han obligado a cerrar escuelas o centros de día), ya que deben tenerse en cuenta los tiempos de revisión y publicación, los estudios preliminares llevados a cabo en distintas áreas no arrojan resultados esperanzadores. En campos como la medicina, con tiempos de publicación más rápidos en general, y aún más en el contexto de la pandemia, Pinho-Gomes et al. (2020) alertan de que el porcentaje de primeras autoras ha decrecido en un 4 %, y una situación similar también se ha observado en economía. En el campo CTIM (acrónimo de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), Megan Frederickson comparte en Github el código que permite analizar brecha de género en las preimpresiones disponibles en arXiv. En solo un mes, entre el 15 de marzo y el 15 de abril, el porcentaje de mujeres que figuraban como coautoras en nuevos trabajos había crecido en un 2.7 % y también se había incrementado en un 3.7 % el porcentaje de trabajos donde la única firmante era una mujer. Los porcentajes para los hombres eran de un 6.4 % y un 9.6 %, respectivamente.

En nuestro entorno, la Unidad de Mujeres y Ciencia del Gabinete del Ministro de Ciencia e Innovación ha elaborado una nota sobre género y ciencia en el contexto de la COVID-19, con recomendaciones para futuras decisiones en I+D+i desde una perspectiva de género con el objetivo de paliar las consecuencias de lo que se percibe como una brecha de género en la productividad científica en la progresión de las carreras de las investigadoras. Como se indica en esta nota, “en un modelo de carrera competitiva donde el número de publicaciones es uno de los mayores activos, el confinamiento ha permitido acumular puntos en la carrera por la «productividad » a quien no tiene que conciliar, a quien ha tenido tiempo disponible y de calidad para escribir, lo cual supone un agravio comparativo evidente y una forma de discriminación indirecta hacia las científicas”. La diagnosis y los resultados son preliminares, pero podrían estar reflejando una tendencia incipiente, sobre todo si pensamos que en la nueva normalidad tengamos que volver a compaginar croquetas y teoremas.