Joaquim Puig./ La Gaceta RSME

En el año 2004 nacía el Premio José Luis Rubio de Francia, un galardón que desde entonces la RSME concede de forma anual a jóvenes investigadores e investigadoras españoles o que hayan realizado su trabajo en España. Concebido para impulsar la carrera de nuestros jóvenes, el premio cuenta con el patrocinio de la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad de Zaragoza. Desde 2016, conlleva además una Start-up grant por la que la Fundación BBVA apoya con 35 000 euros la investigación del premiado en los siguientes tres años.

Para hacer balance del impacto que ha tenido este reconocimiento en sus ya más de 15 ediciones, y que se ha convertido ya en uno de los más prestigiosos reconocimientos matemáticos en nuestro país, a partir de hoy publicaremos una serie de entrevistas con los galardonados, que estrenamos con Joaquim Puig, primer premio José Luis Rubio de Francia, en el año 2004.

Pregunta.- ¿Qué supuso para ti, desde el punto de vista personal, ganar el premio José Luis Rubio de Francia?

Joaquim Puig- En primer lugar, supuso una alegría a nivel personal, por el reconocimiento por parte de los y las colegas de la comunidad matemática en la que trabajo. El impacto de la investigación matemática suele estar reducido a un número pequeño de profesionales y un premio como este permitió visibilizar mi investigación y el área a la que había contribuido a un público más amplio. Esto conllevó también una responsabilidad de aparecer en medios de comunicación y ser, durante un tiempo, una cara visible de las matemáticas en España.

P.- ¿Y profesionalmente? ¿Tuviste alguna oferta de trabajo como consecuencia de ganar el premio?

J. P.- Es indudable que el premio y la proyección que tuvo dio valor a mi área y a mis contribuciones en un momento en el que yo entraba como becario posdoctoral (en aquellos momentos hacía un mes que trabajaba con una beca Juan de la Cierva en la Universitat Politècnica de Catalunya). Tuve algunas ofertas del extranjero, aunque no directamente por el premio, creo. Por razones personales, quería quedarme cerca de Barcelona.

P.- ¿Cuál ha sido tu trayectoria profesional como becario posdoctoral? ¿Cómo la valorarías?

J. P.- Aunque me formé en la Universidad de Barcelona con Carles Simó, mi maestro, mi carrera posterior a 2005 ha sido siempre en la Universitat Politècnica de Catalunya, primero como Juan de la Cierva, luego como lector y, después de la habilitación de 2007, como titular a partir del 2008. De nuevo tuve la suerte de obtener una plaza permanente antes de una de las periódicas crisis que precarizan los centros de investigación y expulsan a muchos investigadores e investigadoras muy competentes. Me temo que, dada la situación demográfica que presentan las universidades, les vamos a echar mucho de menos en los próximos años.

P.- ¿Qué opinas sobre la política científica que se ha llevado a cabo en España en los últimos años?

J. P.- No creo que haya una política científica clara en España. Me sigue sorprendiendo el nivel de precariedad en las universidades (no conozco bien la situación en los centros de investigación). Me duele que esta precariedad se cebe con las mujeres y se interponga en los proyectos familiares de muchos y muchas investigadoras. Aunque las bases de algunas convocatorias se han adaptado a la conciliación familiar, como por ejemplo la del premio José Luis Rubio de Francia, aún hay que revisar muchas otras para hacerlas más inclusivas.