Octubre es mes de premios: se acaban de conceder los Nobel y, en circunstancias normales, por estas fechas se habría celebrado la ceremonia de entrega de los Premios de Investigación Matemática Vicent Caselles y José Luis Rubio de Francia RSME-FBBVA. Como sabemos, la ganadora del Rubio de Francia en 2019 ha sido una mujer por segunda vez en la historia del premio.

Además, este año se ha concedido el Nobel de Física a una mujer (la cuarta en esta materia) junto con dos hombres, y el Nobel de Química exclusivamente a mujeres. Sin olvidar la valía de otros candidatos varones cuya investigación ha sido crítica para el premio, seguro que merecedores también de este Nobel en Química, y comprendiendo el descontento provocado por su ausencia entre los galardonados, recordamos que este movimiento de crítica no se suele producir cuando es una mujer la olvidada: basta recordar a Rosalind Franklin.

Son hechos que nos hacen reflexionar sobre la falta de representatividad que es tan generalizada en los galardones más prestigiosos.

Con los premios vienen entrevistas y perfiles en toda clase de medios de comunicación y, casi sin excepción, se hace hincapié en el género de las premiadas cuando éstas son mujeres. Se destacan las consecuencias del premio para visibilizar más perf iles femeninos, el impacto de las premiadas como modelos a seguir por las más jóvenes o, incluso, se llegan a incluir preguntas más personales sobre cómo compatibilizan su vida familiar con su dedicación profesional.

La desigualdad de género en ciencia persiste y es necesario cerrar esta brecha. Pero, ¿ayuda esta insistencia a resolver el problema?

Hay quien defiende que no. A raíz de un artículo publicado en Nature por la escritora científica Ann Finkbeiner sobre la astrónoma Andrea Ghez y las reflexiones al respecto que plasmó en su blog, Christie Aschwanden (periodista, escritora y editora) propuso un test de siete puntos aplicable a cualquier artículo sobre mujeres científicas que bautizó como el Test de Finkbeiner. Para aprobar, el artículo no debe mencionar:

  • que la protagonista es mujer
  • el trabajo de su marido
  • cómo se organiza para cuidar a sus hijas e hijos
  • cómo sirve de modelo para sus estudiantes
  • cómo le sorprendió la competitividad en su disciplina
  • su papel como modelo a seguir por otras mujeres
  • el hecho de ser la “primera mujer en…”

¿Por qué evitar estos aspectos que tanto nos llaman la atención sobre mujeres científicas? Según Aschwanden y Finkbeiner, al destacar el género como una característica relevante en cualquier artículo sobre una mujer científica se tiende a presentar ser mujer como un mérito más. Por eso hay que evitar convertir un artículo sobre la vida profesional de una científica en uno sobre su vida personal y sus roles de género. Las escritoras defienden que hacerlo lleva a sugerir que “lo más destacable es que la científica haya conseguido todos estos méritos a pesar de ser mujer”.

Ann Finkbeiner y Christie Aschwanden

Sin embargo, hay una tendencia creciente a tratar de humanizar los perfiles científicos, con el legítimo objetivo de acercar la ciencia a la sociedad como algo alcanzable. Podría parecer que este test va en contra de esta tendencia, y ésta es una de las críticas que las escritoras han recibido. Con todo, ellas de fienden que el aspecto a humanizar sobre una persona que se dedica a la ciencia es precisamente su curiosidad científica y qué aspecto de su vida les llevó a elegir la ciencia como profesión. “La crianza de niñas y niños no es interesante”, zanja Finkbeiner.

Quizá es el último punto el que más llama la atención del Test de Finkbeiner. ¿No es cierto que destacar que alguien es “la primera mujer en” conseguir un logro ayuda a llamar la atención sobre una desigualdad tan perjudicial? Indudablemente, según Aschwanden y Finkbeiner, eso dice más del comité que concede los premios que de la propia mujer. Si el artículo versa sobre ella y no sobre el comité, la desigual historia del logro pasa a un segundo plano.

Muchas de las críticas que han recibido las escritoras pasan por preguntar si no es relevante, en algunas ocasiones, mencionar todos estos aspectos. Ellas conceden que sí es indicado, sin duda alguna, pero en el contexto adecuado: por ejemplo, al hablar del sexismo en la ciencia, del techo de cristal, o de cualquier tema que aluda directamente al género, es perfectamente adecuado plasmar los puntos de vista de las mujeres afectadas.

Es más, insisten Aschwanden y Finkbeiner, sigue siendo muy necesario incidir en estas desigualdades y escribir sobre temas de género. Pero es aún más indispensable hacerlo bien.