Carlos Balaguer./ UC3M

La RSME y el Comité Español de Automática (CEA) han firmado un convenio marco de colaboración para el desarrollo de actividades, programas y proyectos que promuevan la cooperación científica y técnica en dos disciplinas, las matemáticas y la automática, que se encuentran en la base del desarrollo de la Inteligencia Artificial, Industria 4.0 y la economía digital. Una cooperación natural y necesaria en un entorno tecnológico que avanza a velocidad de vértigo y que requiere acciones decididas y conjuntas, como nos explica el presidente del CEA, Carlos Balaguer.

Pregunta.- ¿Cómo surgió este acuerdo? ¿A qué responde?

Carlos Balaguer.- El acuerdo se enmarca en la búsqueda de la interdisciplinariedad y el trabajo en la frontera de la ciencia y de los nichos científicos tradicionales. Dentro de esta política, desde el CEA nos hemos acercado a varias sociedades científicas y una de las primeras ha sido la RSME. Siempre ha habido muy buenas relaciones de profesores e investigadores, pero nunca una relación institucional, de modo que ambas sociedades consideramos que sería interesante potenciar la relación a este nivel. Estamos en contacto también con la Asociación Española de Inteligencia Artificial y con el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEEE sección España), aunque todavía no hemos cerrado ningún acuerdo.

P.- ¿Qué papel juegan las matemáticas en los nuevos desarrollos tecnológicos relacionados con la automática?

C. B.- La automática se ha basado en desarrollos teóricos de la matemática primero para teoría clá-sica de control, tras la Segunda Guerra Mundial, y después en la teoría moderna de control, en las décadas de los 70 y 80. Matemática y automática siempre han ido de la mano y, en los últimos 20 años, han tenido una importancia decisiva en aplicaciones de gran complejidad como el control de inteligencia, la robótica, la visión por computador… La relación entre matemáticos e ingenieros ha sido siempre muy estrecha y este convenio la va a reforzar.

P.- ¿De qué desarrollos estamos hablando y qué importancia tienen en la industria y la economía?

C. B.- Desde la RSME y el CEA hemos detectado inicialmente dos campos sobre los que intentaremos organizar algunas jornadas. El primero de ellos es la robótica inteligente, que requiere de unos algoritmos y una capacidad de computación muy alta, y eso implica que los matemáticos nos pueden ayudar mucho. El otro es el control inteligente, que podemos aplicarlo a granjas solares, plantas petroquímicas, vehículos autónomos… donde también hace falta un entendimiento más profundo desde la algorítmica de los casos hasta las implementaciones concretas, de ahí la importancia de colaborar con la comunidad matemática.

P.- ¿Se debe apostar más por la formación de equipos multidisciplinares? ¿Cree que es una asignatura pendiente de la ciencia en España?

C. B.- Sí. Hasta ahora en España se ha hecho mucha ciencia y buena, pero la ciencia se hace en el Departamento, la Escuela, la Facultad, y esto implica que la gente se encuentra un poco aislada. Hoy por hoy los enfoques de muchos grandes proyectos, por ejemplo, enviar vehículos a Marte, requieren que trabaje mucha gente con diferente formación académica y en equipo. En España eso todavía es escaso, pero se va a imponer, porque la marcha de la ciencia cada vez implica equipos de estas características.

P.- ¿Esto es diferente en otros países?

C. B.- En otros países no es muy distinto a España. En Alemania, Estados Unidos o Japón lo que hacen es crear grandes proyectos, con grandes objetivos, que no son de tres años sino a lo mejor de diez, y obligan a los investigadores de diferentes ramas que se unan en un objetivo común. En otros países desde los propios gobiernos requieren unir esfuerzos de muchas disciplinas, universidades y empresas para conseguir un objetivo común.

P.- ¿Falta impulso de administraciones para facilitar este trabajo?

C. B.- La inversión en I+D ha caído en España, aunque el Gobierno ha anunciado que se va a mejorar con el objetivo de alcanzar el 2 % del PIB en 2030, lo que nos situaría en la media de la UE. Sin embargo, no solo se necesita inversión, sino también simplificar y facilitar todos los procesos administrativos que conllevan la gestión de la investigación, a la que en España y muchos países europeos se la trata como a cualquier otra rama económica, con procedimientos administrativos estándar, muy complejos y tediosos. Esto hace que los investigadores pierdan mucho tiempo y que no se reconozca que la investigación en el fondo es una actividad creativa, con trabajos a lo largo de 24 horas de los 7 días a la semana, sin horarios, y esto implica que la investigación puede surgir en 5 min o en 5 años. La burocracia supone un reto en España, especialmente en un campo que avanza tan deprisa como el científico y tecnológico.

P.- ¿Y por parte de las empresas?

C. B.- La participación industrial de las empresas es escasa y algunas no aprecian lo que representa la investigación, no entienden que no solo se trata de publicar papers y ofrecer conferencias, sino que da valor industrial y económico, crea nuevos productos y los hace más competitivos. La relación de la universidad y la empresa tiene mucho espacio de mejora. Es cierto que muchas veces por culpa de la universidad, que no se lo toma en serio, pero en la mayoría de los casos se debe a que las empresas no le dan valor. El problema es que la universidad es muy rica en creación de conocimiento, pero la transferencia es compleja.