En los últimos años se ha comenzado a tratar la problemática de la salud mental en los investigadores. Se han publicado los primeros estudios estadísticos y artículos de investigación que exponen que la incidencia de ciertos tipos de trastornos mentales es mayor en la población investigadora que en la población general. Desde la Comisión de Jóvenes, creemos que es necesario dar mayor visibilidad a los trastornos de salud mental más frecuentes en el personal investigador joven, para tratar de identificarlos mejor y encontrar las causas que los provocan.

En esta dirección, la fundación independiente Welcome publicó en 2020 un estudio estadístico con una muestra de más de 4000 investigadores que revela una serie de comportamientos y condiciones que afectan al personal investigador y a su entorno. En este estudio se evidencia que menos de la mitad de los investigadores jóvenes tiene buenas perspectivas de futuro en su carrera laboral. Además, el 70 % de los encuestados sufre estrés de forma rutinaria, y el grado de estrés indicado es, de media, elevado. Un 34 % ha recurrido a ayuda profesional por problemas de ansiedad o depresión durante su carrera investigadora.

Según este estudio, una posible causa de estos trastornos recurrentes en investigadores podría ser la conciliación de la vida laboral y personal. Muchos entrevistados admiten que frecuentemente tienen que priorizar la investigación sobre sus relaciones personales. Este problema es más habitual en los jóvenes, que declaran que es más difícil conciliar la vida laboral y la personal por la cultura de la movilidad de investigadores y los contratos temporales. Otra causa que se señala en el estudio es el aislamiento social. La naturaleza del trabajo investigador hace que sea muchas veces solitario. Además, la alta competitividad afecta a la creación de vínculos y un entorno de trabajo colaborativo. Esto provoca un sentimiento generalizado de soledad y la imposibilidad de compartir los problemas y recibir apoyo. El estudio muestra que este sentimiento es mucho más frecuente durante el doctorado.

Otra posible causa de estos trastornos es la presión a la que están sometidos los investigadores para publicar en revistas de alto impacto. Como dato relevante, de nuevo, esto parece afectar más a los jóvenes, que están sometidos a evaluaciones cada vez más exigentes para obtener contratos, muchas veces temporales.

Un estudio similar es el realizado por la University of Texas San Antonio y la University of Kentucky, publicado en la revista Nature Biotechnology en 2018, en el que se encuestó a más de 2000 investigadores, en su mayoría estudiantes de doctorado de diferentes campos. El estudio apunta que los encuestados son seis veces más propensos que la población general a padecer ansiedad o depresión severas. Las mujeres muestran tener más ansiedad y depresión que los hombres. Se señala como posible causa, al igual que en el estudio anterior, la falta de un “equilibrio entre trabajo y vida”, caracterizada por largas jornadas laborales. Otro factor que afecta a la población de estudiantes de doctorado es la capacidad de mentoría de su director. La mitad de los doctorandos que padecen problemas de ansiedad o depresión piensa que su director no les proporciona la ayuda o atención necesarias, o que este no los valora.

En un artículo de El País aparece una entrevista a Katia Levecque, una de las autoras de otro estudio realizado en la Universiteit Gent que aporta un nuevo dato interesante. El análisis compara un grupo de doctorandos con otros grupos de población con un alto nivel educativo, mediante la detección de doce síntomas asociados a trastornos de la salud mental. El artículo señala que “en todos los casos, el grupo de personas que estaban haciendo una tesis doctoral tenía con mucha más frecuencia signos de deterioro en su salud mental, llegando por ejemplo a afirmar el 32 % de los estudiantes de doctorado que experimentaban al menos cuatro de los doce síntomas frente al 12-15 % en los grupos de control”. Esto muestra una tendencia específica de los investigadores a desarrollar ciertos trastornos. Además, se reafirman las hipótesis de que la conciliación familiar, el tipo de mentor y el sexo del individuo influyen en la probabilidad de padecer estos trastornos.

En esta entrevista, Levecque da tres consejos básicos: formarse para conocer nuestra salud mental y la de los que nos rodean, eliminar el tabú sobre la salud mental e instar a las instituciones a que se preocupen más por el bienestar de sus empleados. Para seguir estos consejos, es imprescindible hacer una labor individual. Pero también necesitamos que las instituciones nos doten de herramientas, como atención personalizada o cursos impartidos por profesionales de la salud mental que estén enfocados al sector de los investigadores.

Creemos que este es un problema global, y que algunas de las causas planteadas se dan en España con especial virulencia, mientras que los recursos facilitados por las instituciones a este respecto son escasos o poco conocidos. Por eso, la Comisión de Jóvenes quiere expresar su preocupación por esta situación y pretende tanto abrir debate como realizar actividades al respecto.