El tema de las publicaciones en acceso abierto y sus aspectos relacionados ya fue abordado por la Comisión Científica en el Boletín 717. La naturaleza compleja de esta cuestión en relación con facetas como el papel de las grandes corporaciones editoriales, la financiación pública de la investigación, la promoción de la carrera científica y la evaluación tanto individual como colectiva, hace que desde la Comisión de Publicaciones volvamos a tratar este tema con la esperanza de tocar algunos aspectos desde una perspectiva distinta.

Empecemos señalando algunos hechos. Nuestro sistema de evaluación a menudo apuesta en exceso por la baremación de la investigación científica: cantidad de publicaciones atendiendo a unos determinados estándares bibliométricos (D1, Q1, T1, rankings JCR/SJR, factor de impacto, número de citas, índice h) frente a la calidad real de la investigación publicada. Por el contrario, el sistema anglosajón se basa más en recabar opiniones de expertos científicos. Añádanse a esto dos factores que cuestionan la validez de estos índices bibliométricos: la variabilidad excesiva de las posiciones ocupadas por muchas revistas de un año para otro (algunas no aparecen en los rankings) y la falta de homogeneidad entre índices de diferentes listados indexados de revistas dentro de matemáticas, lo que se agrava si extendemos la comparativa a otras ciencias; pensemos que JCR tiene en cuenta los últimos dos años para medir impactos, algo absolutamente descabellado en matemáticas aunque quizás no tanto en otras ciencias.

Existe una tendencia por parte de las agencias de investigación a recomendar la publicación en abierto de los trabajos científicos que financian. Eso se produce a dos niveles: por medio de repositorios de prepublicaciones (lo que no suele computar a efectos de evaluaciones) y a través de modalidades de tipo golden access, cuyo coste medio se ha disparado.

Determinadas revistas han ideado estrategias para ocupar posiciones de arriba en los rankings de impacto que no se basan en el prestigio adquirido después de muchos años entre la comunidad científica, aunque es de justicia reconocer que hay ejemplos de revistas que han adquirido un merecido prestigio en poco tiempo. A modo de ejemplo, resulta llamativo que la revista “Mathematics” de MDPI ocupe el lugar 28 de 325 en el ranking JCR 2019; algunos datos de esta revista son: 12 números por año, media de 188 artículos por número (esto hace 2260 artículos al año), más alrededor de 500 “Números Especiales”, coste para el autor de 1460 € por artículo, Comité Editorial formado por 671 miembros. MDPI publica actualmente 345 revistas en todos los campos científicos y está en continua expansión.

Un gran número de instituciones públicas abonan contratos millonarios a grandes corporaciones editoriales para garantizar el acceso a los artículos publicados desde ordenadores de estas instituciones. Esto se complementa con que los investigadores de estas instituciones públicas han de volver a pagar para publicar sus trabajos en abierto, con lo que se crea un flujo de fondos públicos hacia ámbitos privados. A la vez, hay un gran desconocimiento por parte de los responsables de proyectos de investigación (quienes autorizan el pago de los costes por publicar en acceso abierto) sobre dichos contratos. Añádase a esto la cada vez más exigua, a veces inexistente, financiación de la mayoría de los grupos de investigación, que a duras penas permite costear la publicación en acceso abierto, y que podría llevar el sistema a que solo publique en determinadas revistas “de prestigio” quien disponga de financiación holgada.

Para terminar de describir el ecosistema, apuntaremos que en los últimos años se han incorporado al panorama científico internacional países con un capital humano mayor que la media, a menudo creando una avalancha de artículos que colapsan los comités editoriales de algunas revistas.

Consecuencias

Las consecuencias de los puntos señalados anteriormente son varias. En primer lugar, la profusión de revistas de acceso abierto de calidad dudosa (llamadas “depredadoras”), que basan su negocio en “pagar por publicar”. De forma peligrosa, este modelo de negocio se está extendiendo a revistas de prestigio real, que han sido absorbidas por grandes lobbies editoriales. Un ejemplo de esta mala praxis es la tendencia por parte de algunas grandes corporaciones editoriales a convertir una revista consolidada a la modalidad de publicación en acceso abierto, con costes inasumibles para los autores. En el mejor de los casos, esta práctica provoca medidas drásticas por parte de los comités editoriales de dichas revistas, con dimisiones en bloque; sin embargo, esta reacción no resuelve el problema, ya que lo normal es que la gran corporación nombre otro comité editorial y retenga tanto el historial como el prestigio de la revista.

En segundo lugar, observamos una cierta perversión del sistema por parte de algunos investigadores que, con vistas a la estabilización o promoción en sus trabajos, optimizan sus CV enviando sus publicaciones y/o formando parte del comité editorial de revistas de acceso abierto cuyos estándares no están claros, aprovechando los resquicios de un sistema pensado para simplificar el trabajo administrativo en la gestión científica. Otro fenómeno preocupante, que también afecta a investigadores e investigadoras con una trayectoria más consolidada, es la existencia de revistas en posiciones relevantes cuyos comités editoriales crean un micro-sistema que garantiza la publicación de trabajos de ciertos colegas o temas.

Recomendaciones

Ante esto, expresamos nuestras recomendaciones a las agencias de investigación y comunidad científica en general:

  • Convencer a nuestras autoridades de la necesidad de hacer un análisis global y exhaustivo de los problemas arriba señalados, haciendo un especial hincapié en comprender cómo se relacionan entre sí. Este análisis debería incluir una comparativa de cómo han solucionado estas cuestiones los países con los que nos queremos comparar; en especial, aquellos que no prestan demasiada atención a rankings y cuartiles.
  • Promover la publicación desde instituciones públicas (universidades, sociedades científicas, centros de investigación), restando así peso a las grandes corporaciones editoriales. Este cambio de paradigma solamente será posible con una acción coordinada de la comunidad científica internacional. El consiguiente aumento del número de revistas publicadas desde instituciones ayudaría a absorber la avalancha de trabajos a publicar mencionada arriba.
  • Apoyar las publicaciones en acceso abierto como forma de democratizar el acceso al avance científico, pero siempre que estas publicaciones estén gestionadas por instituciones públicas o universidades. Posiblemente esto repercutiría en la disminución del sesgo actual de los índices de impacto de revistas que monetizan la necesidad de publicación de los investigadores.
  • Promover políticas de transparencia sobre el coste para el sistema de investigación público de las revistas de grandes corporaciones editoriales. Esta iniciativa podría complementar la reciente firma por parte de la Agencia Estatal de Investigación de la declaración de San Francisco, que interpretamos como un cambio de estrategia sin duda acertado. Esperamos que esta adhesión a la declaración tenga sus consecuencias en el sistema de evaluación científica de la AEI y sus equivalentes autonómicos.

En relación con el último punto, serían deseables:

  • Sustituir el factor de impacto por otro criterio o conjunto de ellos que sean menos proclives al sesgo y reproduzcan más fielmente la forma de publicar en matemáticas. Sobre esto, mencionamos el interesante artículo de nuestro compañero Juan Arias de Reyna “Factor de impacto de largo alcance”, publicado en La Gaceta de la RSME en 2014. Y de forma más general, dar menos peso a los criterios de tipo numérico a la hora de evaluar la calidad de la investigación y/o la promoción de la carrera investigadora.
  • La publicación en repositorios como arXiv u otros no puede entenderse como un “certificado de calidad”, y por tanto es razonable que no cuente por sí sola para evaluaciones; pero sí cumple el requisito de publicidad. Por tanto, constituye una “publicación en abierto de resultados de investigación” que, combinada con una publicación estándar, debería ser aceptable a efectos de los objetivos que se persiguen sin necesidad de pagar por el golden access. Esto evitaría que no solamente los investigadores que cuentan con muchos fondos puedan cumplir con los requisitos.

Para terminar, mencionaremos un aspecto que repercute negativamente en una buena parte de los objetivos de esta Comisión de Publicaciones: sería deseable que la publicación de monografías de investigación tuviera un mayor reconocimiento en las evaluaciones de la actividad científica.