Parece claro que la Olimpiada Internacional de Matemáticas (IMO por sus siglas en inglés) ha demostrado a lo largo de sus 58 años de historia haber cumplido con éxito su principal objetivo –la detección de los jóvenes talentos en matemáticas–. Por ejemplo, entre los diez premiados de la última edición de la European Mathematical Society, la de 2020, figuran cuatro participantes en IMO: Ana Caraiani, que obtuvo nada menos que dos medallas de oro y una de plata; Simion Filip, con una plata y un bronce; Kaisa Matomaki, con dos participaciones, y el español Joaquim Serra, miembro del equipo español en Atenas, en 2004, donde obtuvo una mención de honor. Los equipos IMO son de seis estudiantes como máximo. ¡A saber entre cuántos miles, o seguramente millones de jóvenes de todo el planeta, habrán sido seleccionados los aproximadamente seiscientos que cada año participan en la IMO, como ganadores de sus respectivas olimpiadas nacionales! Por supuesto, ni son todos los que están ni están todos los que son, pero seguramente las olimpiadas han servido, y sirven, para detectar y canalizar vocaciones matemáticas tempranas.

Sin duda, por eso la de matemáticas ha servido de modelo para otras muchas olimpiadas científicas. Y seguramente también esa es la razón de la creación de otras olimpiadas y concursos de matemáticas con formatos diferentes, o con otros niveles de dificultad, que permitan llegar a más estudiantes.

En el caso de España, son múltiples y variadas las actividades de las que se ocupa la Comisión de Olimpiadas. Para nosotros, lo que podríamos llamar “el año olímpico” termina en otoño, con el lote de las olimpiadas iberoamericanas. Sí: olimpiadas, en plural. El cierre a las actividades de 2021 lo pondrá la Olimpiada Iberoamericana de Matemática Universitaria (OIMU), que celebrará el próximo 19 de noviembre su vigésimocuarta edición. La OIMU está dirigida a estudiantes de grado –no necesariamente de matemáticas– que no tengan ningún título universitario. Se celebra por correspondencia: los participantes no viajan, sino que se reúnen en tantos puntos como sea necesario de su país de residencia. La prueba se realiza en una sola sesión, con diez problemas de distinto grado de dificultad; no todos se valoran con la misma puntuación y, a la hora de calificar, únicamente se tienen en cuenta las cuatro mejores puntuaciones. La propia prueba sirve también de selección del equipo, ya que al país sede – es México en estos momentos– se le envían las puntuaciones de los diez primeros clasificados de cada país, junto con las soluciones completas de los clasificados en los lugares primero, tercero y séptimo. No están permitidos los empates.

Pueden consultarse los problemas propuestos en anteriores ediciones –muy atractivos, en general- de esta olimpiada en esta dirección web.

En cuanto a la Olimpiada Iberoamericana, cabe señalar que fue pionera entre las grandes olimpiadas regionales, como la Olimpiada Panafricana (que ha celebrado veintisiete ediciones), la de la cuenca del Pacífico y otras. También ha cumplido con creces las funciones con las que se originó, y ha tenido un enorme impacto en los países iberoamericanos. Si en el momento de su puesta en marcha solamente participábamos en IMO cuatro países iberoamericanos (Brasil, Colombia y Cuba, además de España), en la actualidad lo hacen habitualmente no menos de veinte, de los veintidós posibles. Y lo hacen con buenos resultados: Argentina, Brasil, Colombia, Méjico, Perú y Portugal han obtenido medalla de oro en varias ocasiones.

La novedad de este año ha sido la PAGMO (Olimpiada Panamericana Femenina de Matemáticas), en la que hemos podido participar, aunque el nombre – Panamericana– parecía excluirnos. El principal objetivo de esta olimpiada es “crear oportunidades para que las mujeres prueben su potencial matemático”, pero también es de gran importancia el resaltar los logros que estas mujeres consiguen, para que sirvan de modelo y espejo en el que otras puedan mirarse. Se inspira en la EGMO (European Girl’s Mathematical Olympiad), que, aunque dirigida a estudiantes europeas, ha contado siempre con delegaciones de países de otros continentes. Estos pueden participar previo pago de una cuota de inscripción del que las europeas están exentas. Habrá que esperar a ver si a pesar de la existencia de la Panamericana, y por supuesto de lo difícil que resulta conseguir los fondos necesarios para cruzar el Atlántico (la sede de cualquier EGMO es siempre una ciudad europea), podremos encontrar, una vez más, equipos de Canadá, México, Costa Rica, Ecuador o Brasil, por citar algunos, la próxima primavera en Hungría.

Queda por hacer un análisis sobre la eficacia de estas olimpiadas como elemento motivador de las mujeres, pero es fácil constatar que, en 2012, año en el que la EGMO celebró su primera edición, en la IMO obtuvieron medalla 17 mujeres y entre ellas había cuatro europeas. En 2021, 20 de las 64 mujeres participantes resultaron medallistas; 12 de ellas eran europeas. Pero al margen de lo que nos digan los números, la ilusión que su participación en EGMO (y este año en PAGMO) ha significado para las chicas de nuestros equipos basta ya para justificar los esfuerzos organizativos que implica su participación.