El 25 de noviembre tuvo lugar el I Taller de Salud Mental en Matemáticas, organizado por la Comisión de Jóvenes. Este evento se desarrolló de forma telemática y fue impartido por la psicóloga Marina Moreno Pérez de la Lastra. Tuvo una gran acogida entre estudiantes de grado, máster y doctorado, así como entre investigadores jóvenes: se alcanzó una afluencia máxima de más de 90 personas y hubo más de 60 conectadas durante toda la duración del taller.

El evento comenzó con una reflexión sobre algunas dinámicas del mundo académico. Se habló de la gran competitividad que traen los estándares de excelencia, la presión por publicar, la frustración, la inestabilidad laboral, la dificultad para compatibilizar la vida personal con la laboral, el exceso de horas de trabajo y la dificultad que supone la autogestión del tiempo. Además, la invisibilización de estos problemas, de los que no se habla abiertamente, agrava sus consecuencias. Los asistentes compartieron otros factores que afectan a su vida diaria, como la necesidad de que se respeten los límites y decisiones personales, la necesidad de desconectar sin sentir culpabilidad, o la inseguridad y sensación de fracaso que se producen frecuentemente al iniciarse en la investigación.

A continuación, se mencionaron los problemas psicológicos más frecuentes en el ámbito académico. Son habituales la ansiedad y el estrés, reacciones naturales de nuestro cuerpo a momentos de exigencia que, mantenidas en el tiempo, derivan en una patología. La ansiedad continuada provoca que nos obsesionemos con los problemas y que nos sintamos permanentemente bajo presión. Esto tiene graves consecuencias para nuestra salud. También se habló de la frustración que se siente al esforzarse y no conseguir el resultado deseado. Aunque esta emoción resulta natural y adaptativa, nuestra reacción ante ella puede no ser sana. Por ejemplo: sentir frustración no significa ser inútil, pero si le damos esa interpretación, esto tendrá consecuencias en nuestra autoestima. En última instancia, este tipo de dinámicas pueden llevar a la depresión y a sentir una gran insatisfacción con nuestra vida. Todo esto supone un gran obstáculo para la concentración y la creatividad y, en definitiva, para desarrollar un trabajo matemático. Además, este tipo de depresiones enmascaradas, donde la persona desarrolla sus tareas, pero no siente satisfacción ni vive plenamente, son frecuentemente indetectables por la propia persona y su entorno, lo que dificulta su tratamiento. Por lo tanto, aprender a interpretar las emociones debe jugar un papel fundamental para conseguir entornos de trabajo sanos y poder desarrollarnos plenamente.

El siguiente punto fue explicar el síndrome de la impostora (ya que, tal y como Marina explicó en el taller, afecta especialmente a las mujeres). La persona que lo sufre se siente un fraude y achaca sus méritos a la suerte. Hablamos de los distintos subtipos que existen y sus consecuencias: trabajar demasiado, tener miedo a no saber suficiente o a pedir ayuda, o frustrarse al no hacer las cosas bien a la primera. Marina explicó que este síndrome tiene mayor incidencia en las mujeres y cómo los estereotipos de género y el ámbito familiar pueden ser determinantes para su desarrollo. También comentó cómo el perfeccionismo y la crítica inciden por igual en este síndrome: desarrollamos unas expectativas muy grandes y, al mismo tiempo, nos castigamos por no cumplirlas. Los asistentes compartieron dudas frecuentes que se tienen sobre este síndrome.

En la última parte del taller, hablamos sobre técnicas y herramientas para afrontar las problemáticas anteriores. Las dos grandes habilidades que se deben desarrollar son saber hablarnos a nosotros mismos con asertividad y respeto, y tener una base segura (autoestima y entorno personal sano) para no derrumbarnos cuando fallamos y recibir la crítica sin sentirnos fracasados. La primera técnica que se propuso es la práctica de respiraciones profundas y meditación cuando sintamos mucho estrés, ansiedad o frustración, para detenerlos antes de que resulten incapacitantes. También se recomendó que, cuando sintamos mucha frustración, hagamos una pausa para desactivarla o cambiemos de actividad, ya que es muy probable que con esa emoción no seamos productivos. Para lidiar con la autocrítica injusta, recomendó que usáramos la siguiente frase: “Gracias, crítica, sé que lo haces para protegerme. Todo está bien, yo me encargo. Descansa”.

Lo anterior es el primer paso del llamado semáforo de las emociones, que hay que poner en marcha cuando surjan emociones negativas que nos afecten. Así, el primer paso (rojo) es parar nuestra actividad y respirar profundamente hasta que calmemos estas sensaciones físicas. El segundo paso (naranja) es plantear cuáles son las vías de acción realistas ante el problema que ha surgido. Finalmente, el último paso (verde) es poner en práctica la solución buscada cuando estamos relajados. En el taller pusimos como ejemplo la frustración que surge al enfrentarse a un nuevo texto matemático. Tenemos altas expectativas y al no comprender el texto nos frustramos, empezamos a culparnos y a decirnos que no valemos. El primer paso es parar, respirar y tranquilizarse. Después, hay que ser realistas y plantear cuáles son nuestras vías de acción: quizás debemos reducir nuestro objetivo y centrarnos en entender un párrafo o un concepto nuevo. Finalmente, volvemos con tranquilidad a estudiar el texto, esta vez con un objetivo más claro.

También se nos habló de la importancia del descanso del trabajo, especificando que esto no solo consiste en el descanso físico, sino también mental: saber desconectar, socializar, hacer otro tipo de actividades deportivas o intelectuales que nos diviertan. Para no sentirnos culpables, podemos darle una función al descanso: descansar es necesario para poder avanzar, ya que una mente estresada no va a ejecutar bien su trabajo. Además, recordamos los pilares de la pirámide de Maslow, para saber que, para poder sentirnos autorrealizados, necesitamos primero tener cubiertas nuestras necesidades físicas, de seguridad, sociales y de autoestima.

Para fomentar nuestra autoestima y aprender a valorar el trabajo que hacemos todos los días, Marina recomendó un pequeño ejercicio, que consiste en completar cada noche las siguientes frases:

“Hoy me siento bien conmigo misma/o por…”,

“Hoy me apruebo por…”,

“Hoy me siento orgullosa/o de mí por…”.

La ponente hizo especial hincapié en que, para realizar este ejercicio bien, las cosas que se escriban no deben suponer la aprobación externa, sino personal. Así, por ejemplo, “hoy me siento bien porque mi director de tesis me ha felicitado” no estaría en la línea buscada, mientras que “hoy me siento orgullosa de mí porque he conseguido aprender un concepto nuevo”, sí.

Los consejos y técnicas mencionados anteriormente nos pueden servir, no sin trabajo y esfuerzo, para conectar mejor con nosotros mismos y nuestras emociones y resolver problemas derivados de estos sentimientos dañinos. Sin embargo, si no somos capaces de identificar el origen de nuestros problemas, Marina aconseja la solución más efectiva: buscar ayuda profesional. Tras esto, hubo un turno de 30 minutos de preguntas y comentarios muy enriquecedores. Los asistentes agradecieron que se hablara de estos temas y descubrir que otros jóvenes investigadores tienen problemas similares a los suyos. Desde la Comisión de Jóvenes, creemos que ha sido una actividad muy positiva y queremos darle las gracias a Marina Moreno por prestarse a impartir el taller.